No es una enfermedad grave en la mayoría de las ocasiones, pero sí que resulta tremendamente molesta. Por eso, es importante que aprendamos unos trucos básicos que nos ayudarán a superarla y a poder reanudar nuestra actividad diaria con normalidad.
¿Quién no ha tenido una gastroenteritis?
Para empezar, hay que tener en cuenta que la gastroenteritis es un proceso vírico que acaba desapareciendo por si solo. Por lo tanto, no hay que recurrir ni a antibióticos ni a ningún otro medicamento. En cambio, sí que podemos hacer mucho por suavizar sus síntomas y, sobre todo, por evitar su consecuencia más peligrosa: la deshidratación.
Es esencial beber mucho líquido y reponer las sales y minerales perdidos, por lo que podemos tomar bebidas isotónicas o recurrir a los sueros formulados para ello que se venden en farmacias. Y lo más importante: evitar cualquier tipo de bebida azucarada.
Asimismo, durante el periodo agudo de la enfermedad mantendremos un ayuno, que sustituiremos progresivamente por una dieta astringente. Esto implica retirar los lácteos, el café y los ácidos y los que tienen un alto contenido de fibra, como las frutas, verduras y cereales integrales.
Después, progresivamente introduciremos alimentos blandos que no nos den problemas de digestión, como el pescado, el arroz blanco, la zanahoria y la tortilla francesa. El siguiente paso ya es una alimentación normal, siempre bien masticada y sin excesos de grasas y fritos.
Especialmente importante es que conozcamos los alimentos que resultan más astringentes, para conseguir eliminar la diarrea que caracteriza los procesos de gastroenteritis. La patata hervida, el membrillo, el plátano maduro, la pera cocida y la manzana oxidada – es decir, rallada y dejada oscurecer – nos ayudarán a paliar este problema gracias a que son alimentos ricos en taninos y pectina, una fibra que ayuda a que el ritmo intestinal sea más lento porque adquiere consistencia de gel cuando se mezcla con el agua.
Merece la pena poner especial atención al caso de la manzana, ya que es una fruta que puede usarse tanto para tratar el estreñimiento como la diarrea. La diferencia radica en cómo la comamos. Cruda y con piel nos aportará la fibra necesaria para acabar con el estreñimiento, mientras que rallada y pelada tiene el efecto contrario, ya que durante el proceso de oxidación da lugar a los taninos que ayudan a tratar las diarreas.